¿Las calles están vacías o repletas de temor?
En el contexto global de la pandemia, estas últimas semanas se respira incertidumbre, el miedo infecta tanto o más que el virus, y este miedo retroalimenta el temor, en consecuencia hay un claro deterioro en la confianza y vida comunal, por la omnipresencia del COVID-19 y el miedo al contagio. ¿La razón?, la vida está de por medio, es un tema de sobrevivencia; el COVID-19 está en casi todos los países del mundo, con 1.52 millones de infectados y 92.8 mil fallecidos y sigue en aumento; en nuestro país la estadística de infectados nos sorprende, el 06 de marzo había un caso a nivel nacional, hoy tenemos 5,897 (con 169 fallecidos) y sigue creciendo. La presión psicológica, ocasionada no solo por la pandemia per se, sino por esa compleja mezcla sanitario – económica de cuarentena y cierre de mercados, genera un escenario de ausencia, oprimiendo en la desesperanza a personas y familias en una relación creciente y desproporcionada a medida que bajamos en la pirámide de ingresos y nos adentramos en la población en situación de pobreza (según INEI al 2018 el 20.5% de la población).
Estos datos revelan que nos encontramos en una evidente guerra biológica global, no es un enfrentamiento entre países, sino todos, la humanidad, contra aquel virus. La emergencia de esta pandemia enmarca el dilema moral entre priorizar o lograr algún equilibrio entre lo social, lo sanitario, lo económico y lo político – institucional.
A la fecha, y no es noticia falsa, el Presupuesto multisectorial disponible para el COVID-19 es S/ 3.14 mil millones, equivalente al 0.4% del PBI (Producto Bruto Interno del 2019), ¿es suficiente para atender esta emergencia social – sanitaria en su más amplio concepto?, ¿es suficiente este presupuesto para cubrir en su totalidad el planteamiento integral de economía de guerra?, vale decir profundizar aún más los subsidios sociales monetarios y en bienes que se vienen implementando para poblaciones vulnerables, de manera que esté totalmente cubierta la canasta básica, entre otros gastos indispensables de las familias.
Las extremas y prudentes medidas sanitarias son necesarias hasta que garanticen minimizar el riesgo, es decir cero infectados y fallecidos, el total involucramiento del sector salud público y privado (en este último caso no es opcional) en la idea de cubrir los déficits existentes en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), camas UCI, ventiladores mecánicos, personal de salud, además de pruebas rápidas y moleculares, entre otros; naturalmente, para todo ello es imprescindible aquel presupuesto público y las adiciones necesarias con las autorizaciones del MEF.
Vale subrayar que estos fondos, además de otorgar créditos para capital de trabajo, reprogramar deudas en curso, otorgan una garantía a la operación de crédito, en consecuencia, reducen los riesgos a las entidades financieras que intermedian estos recursos y, por lógica elemental, la tasa de interés debiera ser de las más bajas, muy por debajo del promedio. Aquí hay varias preguntas, ¿podrán el BCRP, MEF, COFIDE y las entidades del sistema financiero canalizar estos recursos, cuando los resultados de anteriores fondos indicarían todo lo contrario, como es el caso del Fondo CRECER, para mencionar uno, y cómo revertir la inercia de que siempre son muy pocos los microempresarios beneficiados, al menos al interior del país? Olvidaba, suponemos que la canalización de estos fondos no es opcional para estas entidades del sistema financiero, sino obligatoria.
Definitivamente con relación al sistema financiero hay un tratamiento asimétrico respecto al resto del sector empresarial (especialmente PYMES), ¿por qué se obliga a que estas micro y pequeñas empresas cierren durante la emergencia mientras que las entidades financieras, que financian a estas empresas, continúan generando (cargando) intereses (ingresos) sobre las deudas de aquellas (durante la cuarentena), entre otros?, ¿no será que los fondos mencionados terminen beneficiando principalmente a las entidades financieras, protegiéndolas y generándoles mayores ingresos, dentro de esta emergencia global, a costa de aquellas empresas?, ¿Aquí hay una asimetría o es un problema de miopía conceptual?, de ser el caso, esta miseria humana sería en extremo lamentable en plena tragedia global.
En el tema político institucional, se aproxima el proceso electoral nacional, ante esta emergencia es nuevamente elemental considerar la inminente necesidad de postergarlo un año, es imposible convocar a elecciones en este contexto y lo que ello significa en toda una movilización social, imposible durante los próximos meses y, aun así, pensar en un cambio de gobierno central en plena emergencia sanitaria global; una opinión en contra no tendría más argumentos que la mediocridad “partidaria” (nada “política”, en su estricto concepto) y egoísmo humano ante esta tragedia.
En este escenario de incertidumbre extrema y conscientes de nuestro nivel de subdesarrollo y todo lo que significa, nos preguntamos ¿Cuál es el límite social, económico, institucional en toda esta emergencia biológica global?, o mejor preguntarnos ¿Existe ese límite o ya estamos sobre él, en el umbral entre la incertidumbre y la desesperanza? ¿Somos conscientes que finalmente hay un límite y ahí la importancia de solucionar este desorden humano dentro de los plazos? ¿Cuán absolutos son esos plazos?, en este complejo escenario ¿Hay una clara lectura y entendimiento del gobierno central, a través de las políticas que se implementan en esta emergencia, sobre la cruda realidad que vive el pueblo?
Ya tomando distancia de esta trágica realidad humana y sus inconmensurables consecuencias, queda pendiente la discusión sobre si la justicia cabe en todo ello, tomando en cuenta que esta pandemia es la consecuencia de una acción inicial, de alguna mano invisible que por ahí la originó; estando eso claro, entonces quién o qué compensará a los afectados, aquí invoco al equilibrio ideal que debe existir entre el derecho y obligación a nivel de cada persona y a nivel de cada institución, entendiendo por ello también a un Estado, ¿a quién y/o a qué se pedirá compensación al término de esta guerra biológica?, entiendo que esto de las compensaciones de guerra es una milenaria costumbre, ¿verdad?
La reflexión pone en abierta cuestión la intangibilidad de los Derechos Humanos y la igualdad universal ante ellos, supongo. La impunidad ante los hechos cuyas consecuencias hoy todos padecemos explicaría que nada habríamos aprendido como humanidad en nuestros últimos siglos de reciente historia y finalmente, como siempre, según reza el viejo dicho, unos son más iguales que otros.
Al parecer una de las lecciones aprendidas de esta pandemia es que deberíamos asimilarnos a una conducta social adaptativa, aprendiendo a vivir en cuarentenas territoriales, en comunidades cerradas (muy distinto a economías cerradas), una suerte de guetos, donde para entrar y salir requieres de un permiso, un pasaporte sanitario.
Alguien por ahí me dijo, nuevamente el hombre alteró su propia paz, le respondí, “pero si nunca la humanidad vivió una absoluta paz”…. Somos como aquel niño que estando en su casa comenzó jugando con un fósforo y al rato terminó incendiándola, es así como hemos mandando por la borda todos los intentos globales de cambio, como aquello de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que ahora suenan a utopía.
[1] WHO. Coronavirus disease 2019 (COVID-19) Situation Report – 81.
[2] https://ojo-publico.com/1670/cifras-de-la-pandemia-covid-19-se-extiende-por-sudamerica
[3] Información rescatada al 11 de abril de 2019, 10:40am. Refiere al Presupuesto Institucional Modificado (PIM) . http://apps5.mineco.gob.pe/coronavirus/Navegador/default.aspx
[4] / MEF. Marco Macroeconómico Multianual 2020 – 2023. Agosto 2019.

Fernando Romero Neira
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