El asesinato de Charlie Kirk, activista y político en Estados Unidos, ha despertado una ola de rechazo ante un hecho que refuerza la narrativa de hostilidad hacia los líderes de pensamiento conservador, quienes a pesar del rechazo mayoritario, con valentía alzan la voz en defensa de la libertad, la fe, la vida y la familia.

Este lamentable suceso, además de generar un gran revuelo mediático, invita a una profunda reflexión sobre la libertad y la tolerancia en diversos ámbitos y en el debate público. ¿Hasta qué punto la sociedad tolera la cancelación de creencias y posturas distintas a las mayoritarias? 

No obstante, más allá de este caso particular, existe una amenaza a la libertad aun mayor,  pues cientos de personas en todo el mundo sufren diariamente amenazas y persecución por su fe, principalmente en países gobernados por regímenes autoritarios que restringen las libertades fundamentales. Solo en Latinoamérica, especialmente en Nicaragua, seis presos políticos cristianos han fallecido este año en las cárceles del régimen de ese país.

En África, al menos 89 cristianos fueron asesinados por yihadistas en la República Democrática del Congo este mes, y en Nigeria, 218 cristianos fueron masacrados en aldeas mayoritariamente cristianas en junio. Sin mencionar Corea del Norte, Irán, Pakistan o Afganistan, la realidad es alarmante, y aunque pareciera  inextricablemente ajeno a nuestro contexto es una realidad a la cual no podemos permanecer indiferentes.

Datos del Índice de Persecución Global, publicado anualmente por la organización Persecution International Christian Concern, muestran algunas tendencias que atentan contra algunos derechos humanos fundamentales del ser humano relacionados a la libertad de expresión y de credo:

• La primera es el autoritarismo, regímenes autoritarios van creciendo y amenazan el libre ejercicio de la libertad de pensamiento y credo. Desde China hasta Nicaragua, estos gobiernos dictatoriales se muestran cada vez con mayor intransigencia a la iglesia a quien considera un enemigo del Estado.
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• En segundo lugar, el terrorismo global. Por un lado, el terrorismo en medio oriente fundido con el Estado Islámico y Al Qaeda, siguiendo su influencia hacia África, donde crece rápidamente. Así también,  el narcoterrorismo vigente en Latinoamérica, con algunas vertientes arraigadas en la clase política de algunos países buscan silenciar a toda postura opuesta a su ideología y agenda política, por ejemplo, véase el caso de Miguel Uribe en Colombia.
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• En tercer lugar, el fundamentalismo islámico principalmente en Europa, continente históricamente caracterizado por su pluralismo democrático, alberga hoy alrededor de 45 millones de musulmanes, tal es así que hoy en día pareciera difícil lograr una convivencia entre los valores de occidente y el Islam principalmente del ala radical, puesto que este último como parte de su cosmovisión religiosa y fanatismo posee prácticas que chocan con los valores democráticos,  con la moral cristiana,  los derechos humanos e incluso ejerce opresión contra las mujeres.
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 Ante estas tendencias, las libertades inherentes al ser humano, se ven cada vez más amenazadas. Entonces, resulta menester, reflexionar desde dos perspectivas y contextos.

·         Por un lado, cuestionar la nocividad de regímenes autoritarios y antidemocráticos provenientes del Islam y el comunismo que limitan o anulan las libertades individuales.

·         Por otro lado, los peligros de la llamada cultura de la cancelación imperante en occidente.  Paradójicamente en sociedades democráticas y “libres”. Medios de comunicación, instituciones políticas, espacios culturales y artísticos parecen cada vez más alineados a un nuevo status quo que sigue un sistema, una cultura del mundoque atenta contra aquel que difiere de ella y menoscaba la libertad de expresión y la defensa de los valores tradicionales.

Por ello, defender y cuidar la vida y la libertad, en todas sus dimensiones, hoy en día es un imperativo que trasciende fronteras e ideologías, es un llamado a no permanecer indiferentes frente al sufrimiento de quienes la van perdiendo, es un llamado a no ser ajenos al dolor del siglo.