Hace algún tiempo en un debate entre profesionales liberales escuche la siguiente frase: “La mayor droga de un político es la popularidad” y creo que no les falta razón debido a que gran parte de ellos caen en esta fatal adicción cuyos inicios se dan en las campañas electorales.  

¿Cómo evaluar la gestión política?

Existen dos maneras de evaluar la gestión de los líderes políticos, la primera de ellas es evaluando los resultados obtenidos a partir de indicadores de gestión, por ejemplo: población con acceso a agua potable, niveles de seguridad, niveles de empleo u otros, para los que se requiere de mediciones no siempre disponibles y casi siempre reservada a la evaluación profesional. La segunda manera de evaluar la gestión es a partir de la aprobación o desaprobación de la ciudadanía hacia el líder político durante y al finalizar su gestión.

Desafortunadamente, muchas veces –no siempre- ambos criterios de evaluación apuntan en direcciones opuestas y puede ser que un político eficiente en gestión sea muy impopular o que un político ineficaz resulte siendo muy popular.

Ante este problema, el político debe elegir para cuál de los indicadores trabajar, y en ese camino surge el político populista que prefiere la popularidad a los resultados, que además asegura su supervivencia política personal o la de su grupo político, en desmedro de los indicadores de bienestar de la ciudadanía que en el corto plazo no lo percibe, y que en el mediano y largo plazo los sufre.

¿Y cómo se mide la popularidad?

Aquí otros de los grandes problemas, debido a que para medir la popularidad de un líder político se requiere de un intermediario encargado de indagar la opinión que un conjunto de personas tienen sobre la gestión del político.

Este proceso presenta dos dificultades, la primera es que la evaluación individual esta llena de subjetividades, por lo tanto el resultado agregado adolece del mismo defecto; lo segundo es el profesionalismo y ética del intermediario al realizar la investigación que puede llevar al error o a la manipulación de los resultados.

La investigación sobre la popularidad es siempre muestral, lo que quiere decir que no se pregunta a todas las personas, sino solo a un conjunto de ellas calculado matemáticamente y elegidos de manera dispersa y aleatoria; este proceso por su propia naturaleza siempre tiene un nivel de error estadístico que es mitigado para el análisis a partir del margen de error superior e inferior al resultado obtenido. Cuanto más pericia y recursos se tienen mejor será el resultado.

La segunda variable está relacionado a la ética en la investigación y se debe responder esta interrogante: ¿Quién financia la investigación? Si es el líder político, a través de alguna entidad del Estado, quien financia la investigación existe un grave conflicto debido a que se puede estar pagando por los resultados deseados antes que por una investigación sincera.

La principal encuestadora del país hoy entregó los siguientes resultados: “La aprobación de Martín Vizcarra cae 4 puntos y llega al 83% de popularidad” y su Director indicó que la investigación se realizó vía whatsapp y cada encuestador preguntó a 4 conocidos.

Basándose en lo explicado en este artículo, saque usted sus propias conclusiones.

 

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